domingo, 26 de mayo de 2013

Cabeza borradora (Eraserhead).- David Lynch, 1977



Película difícilmente clasificable, puede ser tachada de experimental, surrealista o incluso  considerarse dentro del género de terror. En realidad, es todo eso, y nada a la vez. Simplemente es la primera película de Lynch en la que  perfila  sus reglas propias,  su universo (pocas veces puede decirse esta palabra con propiedad acerca de un director) absolutamente personal e intransferible. Con  vocación antinarrativa, ofrece una obra completamente  interpretable y subjetiva  y todo ello con el mínimo presupuesto de 20.000 dólares
El propio David Lynch dijó sobre el film que: ¨Para mí, Cabeza Borradora es sensación, no pensamiento¨. En alguna ocasión se refirió a ella como   su ¨Historia de Filadelfia¨ refiriéndose al hecho de que quiso reflejar los temores y la ansiedad que experimentó cuando vivió en dicha ciudad.
Muchos de los temas, obsesiones e imágenes habituales del director tienen su germen en ‘Cabeza Borradora’, en la que, además, se pueden rastrear las influencias o gustos cinematográficos del director con mayor nitidez que en otras películas posteriores. Admirador de Jacques Tati o de la fundacional ‘Freaks’ (Tod Browning, 1932), así como del cine mudo y del expresionismo alemán, no resulta complicado establecer estas afinidades a lo largo de una historia onírica y pesadillesca hasta extremos inimaginables, que tiene el coraje de despreciar cualquier atisbo de coherencia argumental, en favor de una coherencia surrealista, no siempre igual de bien armada.Esta película se convertiría en la preferida de Stanley Kubrick, tal y como llegó a reconocer, obligando a todo el reparto de "El resplandor" a visionarla durante el rodaje.
Porque el estilo Lynch, consistente en unir ideas de un modo instintivo y emocional, más que lógico o secuencial, a veces funciona con fuerza inusitada, y otras veces se niega a tenerse en pie. En ‘Cabeza borradora’ hay más de lo primero que de lo segundo, aunque de esto también hay, sobre todo en su tramo final. Pero lo que no se puede negar es que se trata de uno de los debuts más deslumbrantes y valientes en muchos años de cine.

Con ‘Cabeza borradora’ Lynch comienza a trabajar en algunas disciplinas que serán claves en su trabajo posterior:
1. El diseño de sonido: esencial para comprender de manera profunda el pensamiento creativo de Lynch. En esta su primera película Lynch echa el resto principalmente en el sonido, que le llevó varios años mezclar y completar, y que está compuesto de ecos, reverberaciones, sonidos bulbosos, chirridos helados. Narrativamente, componen más de la mitad de la película.

2. El diseño de arte: también de Lynch, que como diseñador de muebles, se encarga aquí de todo lo relativo a objetos y atrezzo, para construir un universo gráfico completamente personal. En el futuro, él no se encargará de este departamento, pero siempre dejará su impronta característica.

3. El diseño de la luz: que incide más a un nivel anímico que a uno meramente pictórico, a pesar de ser pintor el propio Lynch. Podría decirse que pinta la pantalla con las emociones, y que éstas están expresadas con luz.
Los tres elementos son trenzados entre sí para dar cuerpo y forma a este infierno industrial en el que un hombre insignificante (Jack Nance, que llegó a trabajar otras seis veces con el director, y que murió en 1996 bajo extrañas circunstancias), de estrafalario peinado, deja embarazada a su novia, la cual da a luz a un deforme bebé prematuro. Los sonidos industriales, los diseños plásticos enrarecidos y sin alma, la fotografía en blanco y negro con profusión de sombras violentas, construyen a la perfección un entorno notablemente pesadillesco.

El rodaje de Cabeza borradora duró unos dos años desde 1974 hasta 1976. Tuvo lugar en los estudios del American Film Institue. Frederick Elmes sustituyó a Herb Cardwell como director de fotografía: trabajo soberbio el de ambos, en el que se busca el continuo contraste y la creación de una atmósfera acorde con el resto del film. Los efectos especiales se centran en el bebé-monstruo, los cuáles no se han desvelado (no se sabe muy bien por qué oscuro motivo) y sobre los que se ha especulado bastante. El sonido, diseñado por el propio director, se convierte realmente en la banda sonora del film (en el que apenas suenan dos o tres canciones, entre ellas "In Heaven", escrita por Peter Ivers), actuando como un elemento más dentro de la puesta en escena, generador de sensaciones y co-creador de atmósferas. Los decorados tienen igualmente una gran relevancia, por cómo sirven de apoyo a la sensación de horror y extrañeza (y en ocasiones de belleza) que se desprende de rincones misteriosos o lugares cotidianos. La labor de Jack Nance como Henry Spencer es admirable sobre todo por su completa fusión con la puesta en escena, dotando al personaje de una humanidad digna de mejor causa (por cuanto le sucede) sin dejar de ser un auténtico freak (uno de los muchos que el genio de Lynch ha inventado para el celuloide).

Si optáramos por buscarle una significación a tal sucesión de impactantes imágenes, podríamos decir que Cabeza borradora  retrata la formación y degradación de una familia, que surge de una coyuntura muy habitual: el embarazo no deseado. Ese emparejamiento forzado entre dos muchachos, que apenas se conocen, sería un perfecto ejemplo  No obstante, el filme propone un pesimista bosquejo no sólo de la institución familiar, sino también de la monótona vida que hay tras (o debajo de) los constantes ruidos y opresivos decorados que dibujan una sociedad burguesa e industrial, es decir, contemporánea. Sin embargo, Cabeza borradora no debe verse cómo una crítica hacia instituciones y/o estamentos, como pueda ser el matrimonio y las obsoletas tradiciones religiosas, aunque, es cierto, que ofrece un duro retrato de todo ello e incluso no vacila en mostrarse cruel, en ocasiones, como prueba la tensa (y formidable) secuencia de la cena en casa de los padres de la muchacha. Cabeza borradora es, más bien, “una experiencia sensitiva, que parte de un anecdótico y sencillo punto de partida para remover lo monstruoso y lo extraño de entre lo aparentemente normal, sacarlo a luz y ofrecer una serie de impactantes y sorprendentes imágenes y un sinfín de inteligentes metáforas plásticas llenas de una desbordante imaginación”.