sábado, 6 de abril de 2013

Penélope - Joan Manuel Serrat

 


"Penélope" es ya todo un clásico. La canción nació en 1969 y pertenece al álbum "Tiempo de lluvia", Serrat se encargó de la letra y Augusto Algueró de la música. Nos habla de esa señorita siempre acicalada, dispuesta para recibir en cualquier mmento a su amado que marchó tiempo atrás; siempre dispuesta en el andén, día tras día, inconquistable por el olvido o el desaliento, pero que vive ya en otra realidad; está anclada en el pasado, en recuerdos, en otro tiempo que ya pasó, de hecho para ella ya no hay futuro como demuestra el hecho de que cuando vuelve su amado ya no le reconoce, no es el que ella guarda en su memoria. Vamos a la canción:

Penélope,
con su bolso de piel marrón
y sus zapatos de tacón
y su vestido de domingo.
Penélope
se sienta en un banco en el andén
y espera que llegue el primer tren
meneando el abanico.

Dicen en el pueblo
que un caminante paró
su reloj
una tarde de primavera.
"Adiós amor mío
no me llores, volveré
antes que
de los sauces caigan las hojas.
Piensa en mí
volveré a por ti..."

Pobre infeliz
se paró tu reloj infantil
una tarde plomiza de abril
cuando se fue tu amante.
Se marchitó
en tu huerto hasta la última flor.
No hay un sauce en la calle Mayor
para Penélope.

Penélope,
tristes a fuerza de esperar,
sus ojos, parecen brillar
si un tren silba a lo lejos.
Penélope
uno tras otro los ve pasar,
mira sus caras, les oye hablar,
para ella son muñecos.

Dicen en el pueblo
que el caminante volvió.
La encontró
en su banco de pino verde.
La llamó: "Penélope
mi amante fiel, mi paz,
deja ya
de tejer sueños en tu mente,
mírame,
soy tu amor, regresé".

Le sonrió
con los ojos llenitos de ayer,
no era así su cara ni su piel.
"Tú no eres quien yo espero".
Y se quedó
con el bolso de piel marrón
y sus zapatitos de tacón
sentada en la estación.
 
 
Penélope

Poema de "El tiempo detenido" de Carmen Rubio López

 
CARMEN RUBIO LÓPEZ (España)
Del poemario "El tiempo detenido"

IV

Has vuelto con la lluvia
para hurgar en mis sueños;
la voz entretejida entre las voces
vegetales del agua.

Tu cuerpo semidiós o transparencia,
desentraña esta herida
que quieren repartirse los voraces
que intrigan en el patio.

Vienes como de mar
con relagos de algas y luz para mis ojos,
con collares de espuma
y olor a lejanía.

No quiero recibirte así, tan extranjero,
tan rapaz, tan nocturno...
Tu mar es mi enemigo. Cada noche
arrastra en su marea
el pañuelo de otra hasta mi orilla.

Ya no tiene sentido
tejer y destejer lo que será sudario,
ocultarme a los ojos de los hombres
que codician mi lecho.
Debería sacar de los baúles
las pulseras, la enagua de la primera vez,
las cintas del cabello, los afeites.

Debiera maldecirte, pero sigo
perfumando la cama por si llegas.

El poema es obra de la poetisa Carmen Rubio López y pertenece a su poemario "El tiempo detenido" (inspirado en el mito de Penélope) que fue premio "Juan Alcaide" en Valdepeñas (Ciudad Real). ¡Gracias Carmen!

El cuadro que acompaña el poema es "La baigneuse de Valpinçon" obra de Ingres y expuesta en el Museo del Louvre de París

John Ford y los retrasos


John Ford es considerado por la mayoría de los críticos como el mejor director de la historia del cine. Cuenta la leyenda que encontrándose Ford rodando la sensacional "Centauros del desierto" (The searchers - 1956), el ritmo de rodaje iba algo lento, tanto que se le habían acumulado 10 días de retraso, algo que en aquel rígido sistema de producción cinematográfica era todo un problema (por algo lo llaman la Industria), y por tal motivo enviaron a un delegado de producción para pegarle un tirón de orejas y meterle prisa. Ford no se amilanó mucho con la visita y simplemente tomo el guión delante del "correveidile" de turno que no paraba de apremiarle con esos 10 días de retraso y el coste que ello suponía para los estudios y arrancó de cuajo varías páginas al azar, tras lo que dijo: "Acabo de recuperarlos"




Poema "La lágrima" - Jaime GIl de Biedma



JAIME GIL DE BIEDMA
"LA LÁGRIMA"

No veían la lágrima.
Inmóvil
en el centro de la visión, brillando,
demasiado pesada para rodar por mejilla de hombre,
inmensa,
decían que una nube, pretendían, querían
no verla
sobre la tierra oscurecida,
brillar sobre la tierra oscurecida.

Ved en cambio a los hombres que sonríen,
los hombres que aconsejan la sonrisa.
Vedlos
presurosos, que acuden.
Frente a la sorda realidad
peroran, recomiendan, imponen confianza.
Solícitos, ofrecen sus servicios. Y sonríen,
sonríen.
Son los viles
propagandistas diplomados
de la sonrisa sin dolor, los curanderos
sin honra.

La lágrima refleja
sólo un brillo furtivo
que apenas espejea.
La descubre la sed,
apenas, de los ojos
sobre los doloridos
utensilios humanos
-igual como descubre
el río que, invisible,
espejea en las hojas
movidas-, pero a veces
en cambio, levantada,
manifiesta, terrible,
es un mar encendido
que hace daño a los ojos,
y su brillo feroz
y dura transparencia
se ensaña en la sonrisa
barata de esos hombres
ciegos, que aún sonríen
como ventanas rotas.

He ahora el dolor
de los otros, de muchos,
dolor de muchos otros, dolor de tantos hombres,
océanos de hombres que los siglos arrastran
por los siglos, sumiéndose en la historia.
Dolor de tantos seres injuriados,
rechazados, retrocedidos al último escalón,
pobres bestias
que avanzan derrengándose por un camino hostil,
sin saber dónde van o quién les manda,
sintiendo a cada paso detrás suyo ese ahogado resuello
y en la nuca ese vaho caliente que es el vértigo
del instinto, el miedo a la estampida,
animal adelante, hacia adelante, levantándose
para caer aún, para rendirse
al fin, de bruces, y entregar
el alma porque ya
no pueden más con ella.

Así es el mundo
y así los hombres. Ved
nuestra historia, ese mar,
ese inmenso depósito de sufrimiento anónimo,
ved cómo se recoge
todo en él: injusticias
calladamente devoradas, humillaciones, puños
a escondidas crispados
y llantos, conmovedores llantos inaudibles
de los que nada esperan ya de nadie…
Todo, todo aquí se recoge, se atesora, se suma
bajo el silencio oscuramente,
germina
para brotar adelgazado en lágrima,
lágrima transparente igual que un símbolo,
pero reconcentrada, dura, diminuta
como gota explosiva, como estrella
libre, terrible por los aires, fulgurante, fija,
único pensamiento de los que la contemplan
desde la tierra oscurecida,
desde esta tierra todavía oscurecida.



Este poema nos lo propone la amiga Rosario Torres Pons. Gracias Rosario!

La imagen es "Lágrimas de cristal" del fotógrafo Man Ray.