sábado, 1 de diciembre de 2012

Madame de Staël por ella misma



En cierta ocasión le preguntaron a Madame de Staël: "¿Por qué las mujeres bonitas tienen más éxito entre los hombres que las inteligentes?", en lo que podía ser un dardo envenenado hacia la propia persona de Madame de Staël. Esta le contestó: "Muy sencillo: hay muy pocos hombres ciegos, pero abundan los estúpidos". Mejor respuesta no cabe. "Touche"

La conocida como Madame de Staël (1766-1717) se llamaba realmente Anne-Louise Germaine Necker, baronesa de Staël-Holstein, y es sin duda una de las pioneras en trascender los limites que le habían sido impuestos a la mujer para ganar terreno a la igualdad entre sexos. Fue llamada "La Voltaire feminin" y Lord Byron decía de ella tras su muerte que había sido “la primera mujer escritora de ésta o, quizá, de cualquier época”. Fue famoso su salón de la rue du Bac que llegó a convertirse en uno de los principales centros literarios y políticos de la capital francesa. Por cierto, es preciso aclarar que Madame de Staël no era francesa sino suiza, pero fue tal la trascendencia que tuvo en la vida parisina que se puede decir que es francesa de adopción.

Conoció a multitud de personalidades entre las que podemos citar a D'Alembert, Buffon, Chamfort, Grimm, Goethe, Schiller, Madame de Charrière, Madame du Châtelet, Madame Lavoisier, Madame Récamier, Mary Shelley, Charlotte Brontë, George Eliot, George Sand… la lista podría llegar a ser interminable. Su talento natural unido a un ambiente efervescente hacían de sus reuniones verdaderos acontecimientos sociales. Se presentaba ante los demás con un turbante igual a como se la ve en la foto que acompaña el texto y tal y como nos recuerda el poeta alemán Heinrich Heine: “Llevaba un enorme turbante sobre su cabeza, y quería presentarse a sí misma como la Sultana del pensamiento …. Les preguntaba a nuestros intelectuales “¿qué edad tiene?, ¿qué ha escrito?, ¿es usted kantiano o fichteano?”.

Eran famosos sus duelos dialécticos con Napoleon. En uno de aquellos rifirrafes el emperador le preguntó a nuestra heroína por qué las mujeres se metían en política (por ejemplo la propia Madame de Staël había apoyado a Tayllerand durante la Revolución Francesa), a lo que ella le contestó: "Pues verá usted, en un país donde han decapitado a muchas mujeres también es lógico que las pocas que quedamos nos preguntemos por qué", siguiendo así la línea de pensamiento que ya expresó Olympia de Gouges, cuando al subir a la guillotina, por proclamar los derechos de la mujer, lanzó estas últimas palabras antes de morir "¿Si las mujeres estamos capacitadas para subir a la guillotina, ¿por qué no podemos subir a las tribunas públicas?". Sin duda fue un tiempo de lucha en todos los frentes, en el de la mujer también.

Algunas frases de Madame de Staël:

"Lo más grande que ha hecho el hombre se debe al doloroso sentimiento de lo incompleto de su destino. En general, los espíritus mediocres están bastante satisfechos con la vida corriente; redondean, por decirlo de algún modo, su existencia supliendo lo que les pueda faltar con ilusiones vanidosas; pero lo sublime del espíritu, de los sentimientos y de las acciones debe su esplendor a la necesidad de sobrepasar los límites que circunscriben la imaginación."

"Al inteligente se le puede convencer; al tonto, persuadir."

"Cuando somos capaces de conocernos a nosotros mismos, rara vez nos equivocamos sobre nuestro destino."

"Cuando uno se halla habituado a una dulce monotonía, ya nunca, ni por una sola vez, apetece ningún género de distracciones, con el fin de no llegar a descubrir que se aburre todos los días."

"El dolor siempre cumple lo que promete."

"A nadie le gusta jugar al ajedrez mientras cae por un abismo."

"El amor es un símbolo de eternidad. Barre todo sentido del tiempo, destruyendo todo recuerdo de un principio y todo temor a un fin."

"No sé exactamente que debemos creer, pero debemos creer. El s.XVIII no hizo más que negar. El espíritu humano vive de sus creencias. Adquirid fe a través del cristianismo o de la filosofía alemana, o simplemente del entusiasmo, pero creed en algo."

"El amor constituye la historia entera de la vida de una mujer: sólo es un episodio en la del hombre."

"El amor es un símbolo de eternidad. Barre todo sentido del tiempo, destruyendo todo recuerdo de un principio y todo temor a un fin."

"Rezar juntos, cualquiera que sea la lengua o el ritual, es la fraternidad de esperanza y simpatía más tierna que los hombres pueden formar en esta vida."

"Saber y sentir, he aquí toda la educación."

"La libertad es incompatible con el amor. Un amante es siempre un esclavo."

"El hombre debe permanecer alejado para siempre de quienes han perdido su estimación."

"Comprenderlo todo hace ser muy indulgente"

"El talento no impide tener manías, pero las hace más notables."

"El remordimiento es el dolor del alma que el tiempo y la reflexión no dejan calmar jamás."

"Los hombres se proponen a creer que lo que es seguirá siendo."

"Ante las gentes de espíritu ligero nos avergonzamos de mostrar afectos profundos"
 

André Breton.- Manifiesto del surrealismo (fragmentos)




Tanta fe se tiene en la vida, en la vida en su aspecto más precario, en la vida real, naturalmente, que la fe acaba por desaparecer.
Todo está al alcance de la mano, las peores circunstancias materiales parecen excelentes. Luzca el sol o esté negro el cielo, siempre seguiremos adelante, jamás dormiremos.
Pero no se llega muy lejos a lo largo de este camino; y no se trata solamente de una cuestión de distancia. Las amenazas se acumulan, se cede, se renuncia a una parte del terreno que se debía conquistar. Aquella imaginación que no reconocía límite alguno ya no puede ejercerse sino dentro de los límites fijados por las leyes de un utilitarismo convencional; la imaginación no puede cumplir mucho tiempo esta función subordinada, y cuando alcanza aproximadamente la edad de veinte años prefiere, por lo general, abandonar al hombre a su destino de tinieblas.
Pero si más tarde el hombre, fuese por lo que fuere, intenta enmendarse al sentir que poco a poco van desapareciendo todas las razones para vivir, al ver que se ha convertido en un ser incapaz de estar a la altura de una situación excepcional, cual la del amor, difícilmente logrará su propósito.

Amada imaginación, lo que más amo en ti es que jamás perdonas.

Únicamente la palabra libertad tiene el poder de exaltarme. Me parece justo y bueno mantener indefinidamente este viejo fanatismo humano. Sin duda alguna, se basa en mi única aspiración legítima. Pese a tantas y tantas desgracias como hemos heredado, es preciso reconocer que se nos ha legado una libertad espiritual suma. A nosotros corresponde utilizarla sabiamente. Reducir la imaginación a la esclavitud, cuando a pesar de todo quedará esclavizada en virtud de aquello que con grosero criterio se denomina felicidad, es despojar a cuanto uno encuentra en lo más hondo de sí mismo del derecho a la suprema justicia. Tan sólo la imaginación me permite llegar a saber lo que puede llegar a ser, y esto basta para mitigar un poco su terrible condena; y esto basta también para que me abandone a ella, sin miedo al engaño (como si pudiéramos engañarnos todavía más). ¿En qué punto comienza la imaginación a ser perniciosa y en qué punto deja de existir la seguridad del espíritu? ¿Para el espíritu, acaso la posibilidad de errar no es sino una contingencia del bien?

Queda la locura, la locura que solemos recluir, como muy bien se ha dicho. Esta locura o la otra... Todos sabemos que los locos son internados en méritos de un reducido número de actos reprobables, y que, en la ausencia de estos actos, su libertad (y la parte visible de su libertad) no sería puesta en tela de juicio. Estoy plenamente dispuesto a reconocer que los locos son, en cierta medida, víctimas de su imaginación, en el sentido que ésta le induce quebrantar ciertas reglas, reglas cuya transgresión define la calidad de loco, lo cual todo ser humano ha de procurar saber por su propio bien. Sin embargo, la profunda indiferencia de los locos dan muestra con respecto a la crítica de que les hacemos objeto, por no hablar ya de las diversas correcciones que les infligimos, permite suponer que su imaginación les proporciona grandes consuelos, que gozan de su delirio lo suficiente para soportar que tan sólo tenga validez para ellos. Y, en realidad, las alucinaciones, las visiones, etcétera, no son una fuente de placer despreciable. La sensualidad más culta goza con ella, y me consta que muchas noches acariciaría con gusto aquella linda mano que, en las últimas páginas de L”Intelligence, de Taine, se entrega a tan curiosas fechorías. Me pasaría la vida entera dedicado a provocar las confidencias de los locos. Son como la gente de escrupulosa honradez, cuya inocencia tan sólo se pude comparar a la mía. Para poder descubrir América, Colón tuvo que iniciar el viaje en compañía de locos. Y ahora podéis ver que aquella locura dio frutos reales y duraderos.

No será el miedo a la locura lo que nos obligue a bajar la bandera de la imaginación.

Tan sólo la imaginación me permite llegar a saber lo que puede llegar a ser, y esto basta para mitigar un poco su terrible condena; y esto basta también para que me abandone a ella, sin miedo al engaño (como si pudiéramos engañarnos todavía más).
Me pasaría la vida entera dedicado a provocar las confidencias de los locos. Son como la gente de escrupulosa honradez, cuya inocencia tan sólo se pude comparar a la mía.
A fin de proceder a aislar los elementos esenciales, M. Paul Valéry propuso recientemente la formación de una antología en la que se reuniera el mayor número posible de novelas primerizas cuya insensatez esperaba alcanzase altas cimas.
Todavía vivimos bajo el imperio de la lógica, y precisamente a eso quería llegar. Sin embargo, en nuestros días, los procedimientos lógicos tan sólo se aplican a la resolución de problemas de interés secundario.
Con toda justificación, Freud ha proyectado su labor crítica sobre los sueños, ya que, efectivamente, es inadmisible que esta importante parte de la actividad psíquica haya merecido, por el momento, tan escasa atención.

El espíritu del hombre que sueña queda plenamente satisfecho con lo que sueña. La angustiante incógnita de la posibilidad deja de formularse. Mata, vuela más de prisa, ama cuanto quieras. Y si mueres, ¿acaso no tienes la certeza de despertar entre los muertos? Déjate llevar, los acontecimientos no toleran que los difieras. Careces de nombre. Todo es de una facilidad preciosa.

Me pregunto qué razón, razón muy superior a la otra, confiere al sueño este aire de naturalidad, y me induce a acoger sin reservas una multitud de episodios cuya rareza me deja anonadado, ahora, en el momento en que escribo. Sin embargo, he de creer el testimonio de mi vista, de mis oídos; aquel día tan hermoso existió, y aquel animal habló.
La dureza del despertar del hombre, lo súbito de la ruptura del encanto, se debe a que se le ha inducido ha formarse una débil idea de lo que es la expiación.

El hombre propone y dispone. Tan sólo de él depende poseerse por entero, es decir, mantener en estado de anarquía la cuadrilla de sus deseos, de día en día más temible. Y esto se lo enseña la poesía. La lleva en sí la perfecta compensación de las miserias que padecemos. Y también puede actuar como ordenadora, por poco que uno se preocupe, bajo los efectos de una decepción menos íntima, de tomársela a lo trágico. ¡Se acercan los tiempos en que la poesía decretará la muerte del dinero, y ella sola romperá en pan del cielo para la tierra! Habrá aún asambleas en las plazas públicas, y movimientos en los que uno habría pensado en tomar parte. ¡Adiós absurdas selecciones, sueños de vorágine, rivalidades, largas esperas, fuga de las estaciones, artificial orden de las ideas, pendiente del peligro, tiempo omnipresente! Preocupémonos tan sólo de practicar la poesía. ¿Acaso no somos nosotros, los que ya vivimos de la poesía, quienes debemos hacer prevalecer aquello que consideramos nuestra más vasta argumentación.

Swift es surrealista en la maldad.
Sade es surrealista en el sadismo.
Chateaubriand es surrealista en el exotismo. Constant es surrealista en política.
Hugo es surrealista cuando no es tonto.
Desbordes-Valmore es surrealista en el amor.
Bertrand es surrealista en el pasado.
Rabbe es surrealista en la muerte.
Poe es surrealista en la aventura.
Baudelaire es surrealista en la moral.
Rimbaud es surrealista en la vida práctica y en todo.
Mallarmé es surrealista en la confidencia.
Jarry es surrealista en la absenta.
Nouveau es surrealista en el beso.
Saínt-Pol-Roux es surrealista en los símbolos. Fargue es surrealista en la atmósfera.
Vaché es surrealista en mí.
Reverdy es surrealista en sí.
Saint-John Perse es surrealista a distancia.
Roussel es surrealista en la anécdota.
Etcétera.

El surrealismo os introducirá en la muerte, que es una sociedad secreta. Os enguantará la mano, sepultando allí la profunda M con que comienza la palabra Memoria. No olvidéis tomar felices disposiciones testamentarias: en cuanto a mí respecta, exijo que me lleven al cementerio en un camión de mudanzas. Que mis amigos destruyan hasta el último ejemplar de la edición de Discurso sobre la Escasez de Realidad.

El idioma ha sido dado al hombre para que lo use de manera surrealista. En la medida en que al hombre es indispensable hacerse comprender, consigue expresarse mejor o peor, y con ello asegurar el ejercicio de ciertas funciones consideradas como las más primarias. Hablar o escribir una carta no presenta verdaderas dificultades siempre que el hombre no se proponga una finalidad superior a las que se encuentran en un término medio, es decir, siempre que se limite a conversar (por el placer de conversar) con cualquier otra persona. En estos casos, el hombre no sufre ansiedad alguna en lo que respecta a las palabras que ha de pronunciar, ni a la frase que seguirá a la que acaba de pronunciar. A una pregunta muy sencilla será capaz de contestar sin la menor vacilación. Si no está afecto de tics, adquiridos en el trato con los demás, el hombre puede pronunciarse espontáneamente sobre cierto reducido número de temas; y para hacer esto no tiene ninguna necesidad de devanarse los sesos, ni de plantearse problemas previos de ningún género. ¿Y quién habrá podido hacerle creer que esta facultad de primera intención tan sólo le perjudica cuando se propone entablar relaciones verbales de naturaleza más compleja? No hay ningún tema cuyo tratamiento le impida hablar y escribir generosamente. Los actos de escucharse y leerse a uno mismo sólo tienen el efecto de obstaculizar lo oculto, el admirable recurso. No, no, no tengo ninguna necesidad urgente decom prend erme (¡Basta! ¡Siempre me comprenderé!). Si tal o cual frase mía me produce de momento una ligera decepción, confío en que la frase siguiente enmendará los yerros, y me cuido muy mucho de no volverla a escribir, ni corregirla. Unicamente la menor falta de aliento puede serme fatal. Las palabras, los grupos de palabras que se suceden practican entre sí la más intensa solidaridad. No es función mía favorecer a unas en perjuicio de las otras. La solución debe correr a cargo de una maravillosa compensación, y esta compensación siempre se produce.




Han hecho profesión de fe de SURREALISMO ABSOLUTO, los siguientes señores: Aragon, Baron, Boiffard, Breton, Carrive, Crevel, Delteil, Desnos, Eluard, Gérard, Limbour, Malkine, Morise, Naville, Noll, Péret, Picon, Soupault, Vitrac

Imagen: Salvador Dalí

Fragmento de "Un mundo feliz" - Aldous Huxley


“La felicidad real siempre aparece escuálida por comparación con las compensaciones que ofrece la desdicha. Y, naturalmente, la estabilidad no es, ni con mucho, tan espectacular como la inestabilidad. Y estar satisfecho de todo no posee el hechizo de una buena lucha contra la desventura, ni el pintoresquismo del combate contra la tentación o contra una pasión fatal o una duda. La felicidad nunca tiene grandeza”

"Doce hombres sin piedad" - 1957 - Sidney Lumet




 Siempre resulta impactante la serenidad, la elegancia que transmite en todos sus movimientos Henry Fonda..... tenía una magia, una contención en sus gestos y ademanes pasmosa. En "Las Uvas de ...
la Ira" era todo dignidad a pesar de las penalidades y qué decir de su papel en esta sensacional película de Sidney Lumet, nada menos que "Doce hombres sin piedad", un film en el que se somete a juicio a los prejuicios. En la foto lo podemos ver, sentado, junto a los demás miembros del jurado (ya en franca división) que hicieron esta cumbre del cine. Entre ellos están los sensacionales Jack Warden, EG Marshall, Ed Begley, Robert Webber, Jack Klugman, Martin Balsam...

La película se basa en la obra dramática del mismo nombre escrita por el estadounidense Reginald Rose, originalmente para televisión y que después fue adaptada al cine y el teatro.

Trata sobre un juicio de un homicidio en el que 12 hombres tienen que deliberar sobre el futuro de un muchacho, dictaminando si es culpable o inocente del asesinato de su padre. Las pruebas apuntan a su culpabilidad y así lo consideran 11 de los 12 miembros del jurado opinan que es culpable, pero el miembro número 8 (Henry Fonda) tiene en cuenta diferentes argumentos que se han citado en el juicio, y hace que surja la duda sobre la culpabilidad del muchacho. Poco a poco el miembro número 8 hace que los demás vayan cambiando de opinión y que éstos se den cuenta de otros factores que no habían sido analizados en el juicio. La acción transcurre en una única sala donde se desarrollan las deliberaciones y los miembros del jurado ni tan siquiera tienen nombre, y se reconocen entre ellos con el número de jurado que le ha sido asignado. Esta despersonalización de los miembros del jurado facilita que esos miembros conformen una muestra de nuestra propia sociedad, y sus distintos tipos de integrantes. Es por todo ello que gran parte del interés que despierta la película reside en el matiz psicológico. En el transcurso de la misma se van haciendo palpables los diferentes tipos de comportamientos y roles que va desempeñando cada miembro del jurado mostrando así características de su personalidad, de sus propios prejuicios o condicionantes personales y cómo estos influyen de forma determinante a la hora de dictaminar la culpabilidad del acusado.



Ficha de la película:

12 HOMBRES SIN PIEDAD.- Nota en filmaffinity 8'6/10

TÍTULO ORIGINAL Twelve Angry Men AÑO 1957 DURACIÓN 95 min. - EEUU
DIRECTOR Sidney Lumet
REPARTO Henry Fonda, Lee J. Cobb, E.G. Marshall, Jack Warden, Ed Begley, Martin Balsam, John Fiedler, Robert Webber

PRODUCTORA Metro-Goldwyn-Mayer

PREMIOS 1957: 3 nominaciones al Oscar: Mejor película, director, guión adaptado
1957: BAFTA: mejor actor extranjero (Henry Fonda). Nominada a la mejor película
1957: 4 Nominaciones a los Globos de Oro: película drama, director, actor y actor sec. (Cobb)
1957: Festival de Berlín: Oso de Oro

SINOPSIS En un juicio, y tras escuchar todas las pruebas y testimonios, un jurado popular compuesto por una docena de personas tiene que decidir, por unanimidad, si absuelve o condena a muerte a un acusado. La vida de un muchacho está en juego, en manos de 12 personas que también tienen su historia. En un principio once de ellos se inclinan por la condena, pero uno discrepa... Alabadísimo debut cinematográfico de Sidney Lumet. (FILMAFFINITY)

CRÍTICAS

"Una obra capital que aún ofrece lecciones de cine (...) virulenta y acerada crítica al sistema judicial estadounidense y muestra un profundo desprecio por la pena de muerte (...) Lumet crea con su cámara una continua asfixia, entre gestos crispados e íntimas angustias (Miguel Ángel Palomo: Diario El País)

"Intensa y magnífica cinta (...) A pesar del aire teatral del relato, la cinta destaca por sus magistrales diálogos e interpretaciones y la exquisita dirección por parte de Lumet." (Fernando Morales: Diario El País)

Comentarios del programa "Que grande es el cine" de José Luis Garci
1.-
http://www.youtube.com/watch?v=z04rikDCWzE&feature=related
2.-
http://www.youtube.com/watch?v=dVXg5_UgrBI&feature=related
3.-
http://www.youtube.com/watch?v=MWY0i-Eat0Q&feature=related
4
http://www.youtube.com/watch?v=OAYE6mz6TPA&feature=related
5.-
http://www.youtube.com/watch?v=wW5sVrV817U&feature=related
6.-
http://www.youtube.com/watch?v=6c4dqXa3O8w&feature=related

Albert Camus.- El exilio de Helena


El Mediterráneo tiene un sentido trágico solar, que no es el mismo que el de las brumas. Ciertos atardeceres-- en el mar, al pie de las montañas--, cae la noche sobre la curva perfecta de una pequeña bahía y, desde las aguas silenciosas, sube entonces una plenitud angustiada. En esos lugares se puede comprender que si los griegos han tocado al desesperación ha sido siempre a través de la belleza y de lo que ésta tiene de opresivo. En esa dorada desdicha culmina la tragedia. Nuestra época, por el contrario, ha alimentado su desesperación en la fealdad y en las convulsiones. Y por esa razón, Europa sería innoble, si el dolor pudiera serlo alguna vez.

Nosotros hemos exiliado la belleza; los griegos tomaron las armas por ella. Primera diferencia, pero que viene de lejos. El pensamiento griego se ha resguardado siempre en la idea de límite. No ha llevado nada hasta el final --ni lo sagrado ni la razón--, porque no ha negado nada: ni lo sagrado, ni la razón. Lo ha repartido todo, equilibrando la sombra con la luz. Por el contrario, nuestra Europa, lanzada a la conquista de la totalidad, es hija de la desmesura. Niega la belleza, del mismo modo que niega todo lo que no exalta. Y, aunque de diferentes maneras, no exalta más que una sola cosa: el futuro imperio de la razón. En su locura, hace retroceder los límites eternos y, enseguida, oscuras Erinias se abaten sobre ella y la desgarran. Diosa de la mesura, no de la venganza, Némesis vigila. Todos cuantos traspasan el límite reciben su despiadado castigo.

Los griegos, que se interrogaron durante siglos acerca de lo justo, no podrían entender nada de nuestra idea de la justicia. Para ellos, la equidad suponía un límite, mientras que nuestro continente se convulsiona en busca de una justicia que pretende total. Ya en la aurora del pensamiento griego, Heráclito imaginaba que la justicia pone límites al propio universo físico. "El sol no rebasará sus límites, y si lo hace, las Erinias, defensoras de la justicia, darán con él." Nosotros, que hemos desorbitado el universo y el espíritu, nos reímos de esa amenaza. Encendemos en un cielo ebrio los soles que queremos. Pero eso no impide que los límites existan y que nosotros lo sepamos. En nuestros más locos extravíos, soñamos con un equilibrio que hemos dejado atrás y que ingenuamente creemos que volveremos a encontrar al final de nuestros errores. Presunción infantil y que justifica que pueblos niños, herederos de nuestras locuras, conduzcan hoy en día nuestra historia.

Un fragmento, también atribuido a Heráclito, enuncia simplemente:"Presunción, regresión del progreso". Y muchos siglos después, del efesio, Sócrates, ante la amenaza de una condena a muerte, no reconocía más superioridad que ésta: lo que ignoraba, no creía saberlo. La vida y el pensamiento más ejemplares de estos siglos concluyen con una orgullosa confesión de ignorancia. Olvidando eso, hemos olvidado nuestra nobleza. Hemos preferido el poderío que remeda la grandeza: primero, Alejandro, y después los conquistadores romanos que nuestros autores de manuales, por una incomparable bajeza de alma, nos enseñan a admirar. También nosotros hemos conquistado, hemos desplazado los límites, dominado el cielo y la tierra. Nuestra razón ha hecho el vacío. Y, al fin solos, concluimos nuestro imperio en un desierto. Cómo poder imaginarnos, pues, ese equilibrio superior en el que la naturaleza mantenía la historia, la belleza, el bien, y que llevaba la música de los números hasta la tragedia de la sangre? Nosotros volvemos la espalda a la naturaleza, nos avergonzamos de la belleza. Nuestras miserables tragedias arrastran olor de oficina y la sangre que derraman tiene color de tinta de imprenta.

Por eso es indecoroso proclamar hoy que somos hijos de Grecia. A menos que seamos hijos renegados. Colocando la historia en el trono de Dios, avanzamos hacia la teocracia tal como hacían aquellos a quienes los griegos llamaban bárbaros y combatieron a muerte en las aguas de Salamina. Si se quiere captar bien la diferencia, hay que volverse hacia el filósofo de nuestro ámbito que es verdadero rival de Platón. "Solo la ciudad moderna --se atreve a escribir Hegel-- ofrece al espíritu el terreno en el que puede adquirir conciencia de sí mismo". Vivimos, así pues, en el tiempo de las grandes ciudades. Deliberadamente, el mundo ha sido amputado de aquello que constituye su permanencia: la naturaleza, el mar, la colina, la meditación de los atardeceres. Solo hay conciencia en las calles, porque solo en las calles hay historia, ese es el decreto. Y como consecuencia, nuestras obras más significativas dan fe de esa misma elección. Desde Dostoievski, buscar paisajes en la gran literatura europea es inútil. La historia no explica ni el universo natural que había antes de ella ni la belleza que está por encima de ella. Ha decidido ignorarlos. Mientras que Platón lo contenía todo --el sinsentido, la razón y el mito--, nuestros filósofos no contienen más que el sinsentido o la razón, porque han cerrado los ojos al resto. El topo medita.

Fue el cristianismo el que empezó a sustituir la contemplación del mundo por la tragedia del alma. Pero al menos se refería a una naturaleza espiritual y, a través de ella, conservaba cierta seguridad. Muerto Dios, no quedan más que la historia y el poder. Desde hace mucho tiempo, todos los esfuerzos de nuestros filósofos no han ido dirigidos más que reemplazar la noción de naturaleza humana por la de situación, y la antigua armonía por el impulso desordenado del azar o el movimiento implacable de la razón. Mientras que los griegos marcaban a la voluntad los límites de la razón, nosotros hemos puesto, como broche, el impulso de la voluntad en el centro de la razón, que se ha vuelto asesina. Para los griegos, los valores eran preexistentes a toda acción, y marcaban, precisamente, sus límites. La filosofía moderna sitúa sus valores al final de la acción. No están, sino que se hacen, y no los conoceremos del todo más que cuando la historia concluya. Con ellos, desaparecen también los límites, y, como las concepciones acerca de lo que habrán de ser aquéllos difieren, y como no hay lucha que, sin el freno de esos mismos valores, no se prolongue indefinidamente, hoy los mesianismos se enfrentan y sus clamores se funden con el choque de los imperios. Según Heráclito, la desmesura es un incendio. El incendio se extiende, Nietzsche ha sido superado. Europa no filosofa a martillazos, sino a cañonazos.

Sin embargo, la naturaleza está siempre ahí. Opone sus cielos tranquilos y sus razones a la locura de los hombres. Hasta que también el átomo se encienda y la historia concluya con el triunfo de la razón y la agonía de la especie. Pero los griegos nunca dijeron que el límite no pudiera franquearse. Dijeron que existía y que quien osaba franquearlo era castigado sin piedad. Nada en la historia de hoy puede contradecirlos.

Tanto el espíritu histórico como el artista quieren rehacer el mundo. Pero el artista, obligado por su naturaleza, conoce sus límites, cosa que el espíritu histórico desconoce. Por eso el fin de este último es la tiranía, mientras que la pasión del primero es la libertad. Todos cuantos luchan hoy por la libertad, combaten en último término por la belleza. No se trata, claro está, de defender la belleza por sí misma. La belleza no puede prescindir del hombre y no daremos a nuestro tiempo su grandeza y su serenidad más que siguiéndolo en su desdicha. Nunca más volveremos a ser solitarios. Pero igualmente cierto es que el hombre tampoco puede prescindir de la belleza, y eso es lo que nuestra época aparenta querer ignorar. Se tensa para alcanzar el absoluto y el imperio, quiere transfigurar el mundo antes de haberlo agotado, ordenarlo antes de haberlo comprendido. Diga lo que diga, deserta de este mundo. Ulises puede elegir con Calipso entre la inmortalidad y la tierra de la patria. Elige la tierra y, con ella, la muerte. Una grandeza tan sencilla nos resulta hoy ajena. Otros dirán que carecemos de humildad. Pero esa palabra, en cualquier caso, es ambigua. Semejantes a esos bufones de Dostoievski que se jactan de todo, suben a las estrellas y acaban por exhibir su miseria en el primer lugar público, a nosotros lo único que nos falta es ese orgullo del hombre que es observancia de sus límites, amor clarividente de su condición.

"Odio mi época", escribía antes de su muerte Saint-Exupéry, por razones que no están demasiado alejadas de las que he expuesto. Pero, por perturbador que sea ese grito viniendo precisamente de alguien como él --que amó a los hombres por lo que tienen de admirable--, no vamos a apropiárnoslo. Y, sin embargo, qué tentador puede resultarnos, en ciertos momentos, darle la espalda a este mundo sombrío y descarnado! Pero esta época es la nuestra, y no podemos vivir odiándonos. Ha caído así de bajo tanto por el exceso de sus virtudes como por la grandeza de sus defectos. Lucharemos por aquella de sus virtudes que viene de antiguo. Qué virtud? Los caballos de Patroclo lloran a su dueño muerto en la batalla. Todo se ha perdido. Pero se reanuda el combate, ahora con Aquiles, y la victoria llega al final, porque la amistad acaba de ser asesinada: la amistad es una virtud.

La ignorancia reconocida, el rechazo del fanatismo, los límites del mundo y del hombre, el rostro amado, la belleza en fin, tal es el terreno en el que volveremos a reunirnos con los griegos. En cierta manera, el sentido de la historia de mañana no es aquel que se cree. Está en la lucha entre la creación y la inquisición. Pese al precio que hayan de pagar los artistas por sus manos vacías, se puede esperar su victoria. Una vez más, la filosofía de las tinieblas se disparará por encima del mar destellante. Oh pensamiento del Mediterráneo! La guerra de Troya se libra lejos de los campos de batalla! También esta vez los terribles muros de la ciudad moderna caerán para entregar, "alma serena como la calma de los mares", la belleza de Helena.

1948

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Tomado de Albert Camus, El verano, Alianza Cien, Madrid, 1996.

Imagen: Botticelli.- Helena de Troya

American Beauty (Sam Mendes, 1999).- Fragmentos de guion




“Hoy es el primer día del resto de mi vida. “

“Me llamo Lester Burnham. Este es mi barrio. Esta es mi calle. Esta es mi vida. Tengo 42 años. En menos de un año habré muerto. Claro que eso no lo sé aún. Y, en cierto modo, ya estoy muerto. Aquí me tienen, cascándomela en la ducha. Para mí, el mejor momento del día; a partir de aqui todo va a peor. Esta es mi esposa, Carolyn. ¿Se han fijado que el mango de las tijeras de podar hacen juego con sus zuecos? No es por casualidad... Dios solo con verla me agoto. No siempre ha sido así, antes era feliz; éramos felices. Mi hija Jane. Hija única. Jane es la típica adolescente malhumorada, insegura, confusa. Me gustaría decirle que se le pasará, pero no quiero mentirle. Tanto mi mujer como mi hija piensan que soy un gran perdedor, y tienen razón, he perdido algo. No estoy muy seguro de lo que es, pero sé que no siempre me he sentido tan apático. Pero, ¿saben una cosa? Nunca es tarde para recuperarse. “

"Era uno de esos días en que está a punto de nevar... y el aire esta cargado de electricidad. Casi puedes oírla. ¿verdad? Y esa bolsa está bailando... conmigo... como un niño pidiéndome jugar, durante quince minutos. Es el día en que descubrí que existe vida bajo las cosas y una fuerza increíblemente benévola que me hacía comprender que no hay razón para tener miedo jamás. El vídeo es una triste excusa, lo sé, pero me ayuda a recordarlo; necesito recordar a veces que hay tantísima belleza en el mundo que siento que no lo aguanto, y que mi corazón va a derrumbarse"

“Jane: ¿Eso es un funeral?
Ricky: Sí. ¿Has conocido a alguien que haya muerto?
Jane: No, ¿y tú?
Ricky: No. Pero sí vi a una vagabunda que murió congelada. La vi tumbada en la acera. parecia muy triste. tengo a la vagabunda grabada en el video.
Jane: ¿Por qué grabaste eso?
Ricky: Porque era asombroso.
Jane: ¿Qué tenía de asombroso?
Ricky: Cuando ves algo así es como si Dios te mirase a los ojos por un instante, . Y, si estas atento, puedes devolverle la mirada.
Jane: ¿Y qué ves?
Ricky: Belleza.”

“A veces hay tantísima belleza en el mundo que siento que no lo aguanto; y que mi corazón se está derrumbando. “

“¿vas a decirmelo? ¿Qué es lo que deseas?
No lo sé.
¿no no lo sabes?
¿Qué desea usted?
¿lo dices en serio? Te deseo a ti.”

“Siempre había oído que toda tu vida pasa ante a tus ojos el segundo antes de morir. Para empezar, ese segundo no es un segundo en absoluto, se hace algo inmenso, como un océano de tiempo. En mi caso aparecía yo tumbado boca arriba en el campamento de los boy scouts mirando estrellas fugaces y las hojas amarillas de los arces que franqueaban nuestra calle; o las manos de mi abuela y su marchita piel, que parecía papel; y la primera vez que contemple el nuevo Firebird de mi primo Tony; y Jane. Y Jane... Y Carolyn. Supongo que podría estar bastante cabreado por lo que me pasó, pero cuesta seguir enfadado cuando hay tanta belleza en el mundo. A veces siento como si la contemplase toda a la vez, y me abruma, mi corazon se hincha como un globo que esta a punto de estallar. Pero recuerdo que debo relajarme, y no aferrarme demasiado a ella, y entonces fluye a través de mi como la lluvia, y no siento otra cosa que gratitud por cada instante de mi estúpida e insignificante vida. No tienen ni idea de lo que les hablo, seguro, pero no se preocupen: algún dia la tendrán. “

"El trabajo consiste básicamente en ocultar mi desprecio por los cerdos de dirección, y al menos una vez al día meterme en el lavabo y cascármela, mientras sueño con vivir una vida que no se parezca tanto al infierno."

“Sólo soy una persona normal, sin nada que perder".

“Es genial comprobar que todavía tienes la capacidad de sorprenderte a ti mismo. “

“No se preocupe, yo tampoco me acordaría de mí. “

Carta de Miguel Hernández a Federico García Lorca




Orihuela, 10 de abril de 1933

Sr. D. Federico G. Lorca.

Admirado poeta amigo:
Le escribí hace mucho pidiéndole elogios, aunque ya se los había oído para mi "Perito en lunas". Y aquí me tiene usted esperándolos - entre otras cosas.
He pensado, ante su silencio, que usted me tomó el pelo a lo andaluz en Murcia - ¿recuerdaaa?-, que para usted fuimos, o fui, lo que recuerdo que nos dijo cuando le preguntamos quién era uno que le saludó. "Ese - dijo- uno de los de: ¡adiós!, cuando les vemos." Y luego "me escriben muchas cartas a las que yo no contesto". ¿Puedo estar ofendido contigo?
Perdone. Pero se ha quedado todo: prensa, poetas, amigos, tan silencioso ante mi libro, tan alabado - no mentirosamente, como dijo- por usted la tarde aquella murciana, que he maldecido las putas horas y malas en que di a leer un verso a nadie.
Usted sabe bien que en este libro mío hay cosas que se superan difícilmente y que es un libro de formas resucitadas, renovadas, que es un primer libro y encierra en sus entrañas más personalidad, más valentía, más cojones - a pesar de su aire falso de Góngora - que todos los de casi todos los poetas consagrados, a los que si se les quitara la firma se les confundiría la voz.
Por otra parte, aquí, en mi pueblo - ¡pueblo mío! -, donde el que me gritaba: Yo te he comprado un libro creyéndole bueno y me has dado arpillera, yo he leído a Campoamor... - ¡ea! -, decía yo: Ved los periódicos de Madrid pronto, he quedado en ridículo, porque de toda la prensa madrileña, sólo "Informaciones" se desvirgó hablando de mis poemas por el pico de Alfredo Marqueríe, diciendo cuatro burradas. El tío, antes de decir: ¡Qué burro soy!, dijo: ¡Se ha extraviado el poeta, se ha oscurecido!
Por otra parte, en mi casa soy el cristo de los cinco sampedros: me niegan la mitad del pan; me niegan, padre y madre y sus hijos, como hijo de aquéllos, como hermano de éstos; les avergьenza el que haga versos; no quieren darme vestidos nuevos, y hasta a los pantalones viejos que tengo no les quieren poner remiendos, que amordacen rotos proclamadores de nalgas mías. Hoy mismo, hoy, me han escondido la llave del huerto para que pudiera entrar en él. Y yo he saltado a la torera la tapia, no la valla, y aquí, en este chiquero de abril, aquí, donde ha tenido el suyo "Perito en lunas" este estío, bajo esta higuera, que dilataban hasta sus pámpanos mi carne de acordeón semejante a una palmera degollada, aquí le escribo esto desesperado, desesperado.
Me alegran las noticias que leo - de prestado - de los triunfos que se suceden, que se sucedem. ¡Me alegran! y le envidio.
El otro día he visto en "El Sol" la crítica de un libro de romances. El crítico dice que al pronto resuena la voz suya, pero que sólo a primera vista. Yo, nada más por el ejemplo que pone allí de romance, adivino en ese Félix no sé qué un plagiador casi.
Federico: no quiero que me compadezca; quiero que me comprenda.
Aquí, en mi huerto, en un chiquero, aguardo respuesta feliz suya, y pronto, o respuesta simplemente; aquí, pegado como un cartel a esta tapia, detrás, de la cual viven padres pobres, con tantos hijos y tan poca casa, que, para que los niños no vean los orígenes de su fabricación, el comienzo de sus hermanos, se salen al callejón a reanudarse las noches más empinadas.
Un abrazo
MIGUEL HERNÁNDEZ G.
Orihuela, 10 de abril del 1933
Dirección: Arriba, 73.