jueves, 15 de noviembre de 2012

Mario Vargas Llosa y su "otro yo"


"Un novelista es un hombre con un estatuto social igual a los otros hombres, que padece las mismas miserias y que goza de las mismas alegrías que otros hombres, y a la vez hay en él como otro hombre, siempre frío, siempre alerta, que acumula estas experiencias fríamente, las selecciona, desecha algunas, almacena otras en la intimidad de su conciencia, y más tarde se sirve de ellas, las devuelve al mundo en forma de ficciones.  Si la vocación del novelista llega a ser una necesidad tan imprescindible, una necesidad de carácter vital, entonces se diría que ese rebelde es también un esclavo, que ese hombre que se halla en desacuerdo, en pugna con la realidad, está frente a su propia insatisfacción, es decir, frente a su propia vocación, en situación de servidumbre, de esclavitud. Es como si esa vocación nacida de una manera un tanto leve, y que luego se fue acrecentando, inoculara en él una presencia extranjera que lo fuera invadiendo, colonizando, tiranizando"

 

Antonin Artaud.- Uccello el pelo




Uccello, mi amigo, mi quimera, has vivido con ese mito de pelos. La sombra de esa gran mano lunar donde imprimes las quimeras de tu cerebro jamás llegará hasta la vegetación de tu oreja, que gira y hormiguea a la izquierda con todos los vientos de tu corazón. A la izquierda los pelos, Uccello, a la izquierda los sueños, a la izquierda las uñas, a la izquierda el corazón. Todas las sombras se abren a la izquierda, naves, como orificios humanos. La cabeza recostada sobre esa mesa donde toda la humanidad se tambalea, qué otra cosa ves que la sombra inmensa de un pelo. De un pelo como dos bosques, como tres uñas, como un pastizal de pestañas, como un rastrillo en las hierbas del cielo. Estrangulado el mundo, y suspendido, y eternamente vacilante sobre las llanuras de esta mesa plana donde tú inclinas tu cabeza pesada. Y a tu lado cuando interrogas los rostros, qué ves sino una circulación de ramificaciones, un emparrado de venas, la huella minúscula de una arruga, el ramaje de un mar de cabellos. Todo es giratorio, todo vibrátil, y qué vale el ojo desprovisto de sus pestañas. Lava, lava las pestañas, Uccello, lava las líneas, lava la huella temblorosa de los pelos y las arrugas sobre esos rostros colgados de muertos que te miran como huevos, y en tu palma monstruosa y llena de luna como de un alumbrado de hiel, aquí tenemos todavía la huella augusta de tus pelos que emergen con sus líneas finas como los sueños en tu cerebro de ahogado. De un pelo a otro pelo, cuántos secretos y cuántas superficies. Pero dos pelos uno al lado del otro, Uccello. La línea ideal de los pelos intraduciblemente fina y repetida dos veces. Hay arrugas que dan vuelta a las caras y se prolongan hasta el cuello, pero bajo el cabello también hay arrugas, Uccello. Por eso puedes dar toda la vuelta a ese huevo que cuelga entre las piedras y los astros, y es el único que posee la animación doble de los ojos.
Cuando pintabas a tus dos amigos y a ti mismo en una tela bien tendida, sobre la tela dejaste como la sombra de un extraño algodón, en lo cual discierno tus pesares y tu pena, Paolo Uccello, mal iluminado. Las arrugas, Paolo Uccello, son cordones, pero los cabellos son lenguas. En uno de tus cuadros, Paolo Uccello, yo he visto la luz de una lengua en la sombra fosforosa de los dientes. Precisamente con la lengua llegas a la expresión viva en las telas inanimadas. Y precisamente de ese modo es como yo, Uccello todo envuelto en tu barba, vi que me habías comprendido y definido de antemano. Bienaventurado seas, tú que has tenido la preocupación rocosa y terrateniente de la profundidad. Tú viviste en esta idea como en medio de una ponzoña animada. Y en los círculos de esta idea giras eternamente, y yo te persigo a tientas con la luz de esta lengua como hilo, que me llama desde el fondo de una boca milagrosamente curada. La preocupación terrateniente y rocosa de la profundidad, yo que carezco de tierra en todos los grados. ¿Realmente presumiste mi descenso a este mundo infame con la boca abierta y el espíritu perpetuamente asombrado? ¿Presumiste esos gritos en todos los sentidos del mundo y de la lengua, como un hilo extraviadamente devanado? La larga paciencia de las arrugas es lo que te salvó de una muerte prematura. Porque, yo lo sé, tú habías nacido con el espíritu tan hueco como yo mismo, pero pudiste fijar ese espíritu sobre algo menos todavía que la huella y el nacimiento de una pestaña. Con la distancia de un pelo, te balanceas sobre un abismo temible y del que sin embargo estás para siempre separado. Pero también bendigo, Uccello, muchachito, pajarito, lucecita desgarrada, bendigo tu silencio tan bien plantado. Fuera de esas líneas que avanzas con la cabeza como una fronda de mensajes, de ti no queda más que el silencio y el secreto de tu bata cerrada. Dos o tres signos en el aire; cuál es el hombre que pretende vivir más que esos tres signos, y a quien, a lo largo de las horas que lo cubren, pensaría uno en preguntarle más que el silencio que los precede o los sigue. Siento que todas las piedras del mundo y el fósforo de la extensión que acarrea mi paso se abren camino a través de mí. Forman las palabras de una sílaba negra en los pasturajes de mi cerebro. Tú, Uccello, enseñas a no ser más que una línea y la capa elevada de un secreto.

Petula Clark



PETULA CLARK

(n.15 de noviembre de 1932)





Nació el 15 de noviembre de 1932 en Epsom, Surrey, Inglaterra. Pertenece a una familia plagada de artistas, de esta forma y como no podía ser de otra manera, desde muy joven se interesa por el teatro y la radio, participando en diferentes producciones.[2]

Con solo trece años empieza su incursión en la gran pantalla con el film A medal for the General, ese mismo año también participa en Strawberry Roan, Query y I Know where I’m going; éste fue el principio de una larga filmografía. Ejemplos significativos son, Dance may (1950), The Gay Dog (1954), Daggers Drawn (1964) o Never never Land (1982), entre muchas otras.

A los veintidós años arranca simultáneamente una brillante carrera en la música. Se estrena con "The little shoemaker", al que le siguen "Alone" y "Sailor", canción que llegó a ser nº1 en 1960. Precisamente en esta década en las que todas sus canciones se convertían en éxitos, decidió trasladarse a Francia tras contraer matrimonio con Claude Wolf.

Musicalmente su gran éxito es el tema "Downtown", del compositor Tony Hatch,single que se colocó en el nº1 en el Reino Unido y en Estados Unidos.Esta canción fue también grabada por Frank Sinatra y la versión de Clark se puede oir al inicio de la tercera temporada de la popular serie Lost, así como también en la banda sonora de dicha serie.

La fama que le brindó la música le ofreció la posibilidad de trabajar en televisión en producciones con gran éxito.(Fuente: Wikipedia)



Petula Clark - Downtown [Subtitulado al Español]


Mario Benedetti.- La borra del café




"He llegado a pensar que, después de todo, la conciencia es simultáneamente nuestro cielo y nuestro infierno. El famoso juicio final lo llevamos aquí, en el pecho. Todas las noches, sin ser conscientes de ello, enfrentamos un juicio final.Y es de acuerdo a su dictamen que podemos dormir tranquilos o revolcarnos en pesadillas. Ni salomón ni psicoanalista. Somos juez y parte, fiscal y defensor, que mas remedio. Si nosotros mismos no sabemos condenarnos o absolvernos ¿quien sera capaz de hacerlo? ¿quien tiene tantos y tan recónditos elementos de juicio sobre nosotros mismos como nosotros mismos? ¿acaso no sabemos, desde el inicio y sin la menor vacilación, cuando somos culpables y cuando inocentes?"

Imagen: Pablo Picasso.- Cabeza de hombre al estilo del Greco

Lautreamont.- Cantos de Maldoror



"Cuando estés en cama y oigas los ladridos de los perros en el campo, ocúltate bajo los cobertores; no te burles de lo que hacen: tienen sed insaciable de infinito, como tú, como yo, como todos los otros humanos..."


"¿Quién es ese ser, allá, en el horizonte, que osa acercárseme, sin miedo, con saltos torcidos y atormentados? ¡Qué majestad unida a una serena dulzura! Su mirada, aunque dulce, es profunda. Sus párpados enormes juegan con la brisa y parecen vivir. Me es desconocido. Al mirar sus ojos monstruosos, mi cuerpo tiembla, por primera vez desde que he mamado los pechos secos de lo que se llama una madre. Tiene como una aureola resplandeciente a su alrededor. Cuando ha hablado todo quedó en silencio en la naturaleza y tuvo un gran escalofrío. ¡Qué hermoso es! Me cuesta decirlo. Debes de ser poderoso pues tu semblante es más que humano, triste como el universo, bello como el suicidio.

Te aborrezco tanto como es posible, y prefiero ver a una serpiente desde el comienzo de los siglos en torno a mi garganta, antes que ver tus ojos…"

"Bella como el encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas sobre una mesa de disección."

“Una vez fuera de esta vida efímera, quiero que estemos abrazados durante la eternidad; no formar más que un solo ser, y mi boca pegada a la tuya. Aun así, mi castigo no será completo. Entonces, tú me desgarrarás sin detenerte nunca, con los dientes y con las uñas a la vez. Adornaré mi cuerpo de guirnaldas perfumadas para ese holocausto expiatorio, y sufriremos ambos, yo de ser desgarrado y tu de desgarrarme… mi boca pegada a la tuya.”

Miguel Aceves Mejía



MIGUEL ACEVES MEJIA 

 (Chihuahua, México, 15 de noviembre de 1915 - 8 de noviembre de 2006) fue un cantante, actor y autor de canciones vernáculas mexicanas.





«El rey del falsete»,como era conocido, está considerado, junto a Jorge Negrete, Pedro Infante y Javier Solís uno de los pilares de la canción tradicional mexicana.

Miguel Aceves Mejía nació el 13 de noviembre de 1915 en Chihuahua, Chihuahua, donde desde niño trabajó como bolero, vendiendo periódicos y posteriormente como mecánico. En su adolescencia, y a pesar de ser tartamudo, descubrió su facilidad para el canto. Sus primeras presentaciones fueron en su ciudad natal, así cima en Monterrey y posteriormente en Los Ángeles donde grabó su primer disco, con el trío “Los Porteños”. A pesar del éxito inmediato que tenía en Los Ángeles, le dice a sus compañeros que su sueño es regresar a México, a la Capital, para estar en la XEW, pero sus compañeros desisten y deciden seguir por su cuenta, así se despiden.

Posteriormente viajó a la Ciudad de México donde luchó por entrar a la XEW, formado en las filas afuera de la XEW, hasta que le dan una oportunidad al oírlo cantar una canción ranchera, pero le dicen que ese genero no tiene muchos seguidores por lo que primero inicia como cantante de boleros. Posteriormente al ya tener éxito como bolerista y tener su propio programa en la XEW, inicia una huelga en México de todos los músicos y esta se convierte en la gran oportunidad ya que en aquél entonces los mariachis no eran reconocidos como músicos por lo que Miguel Aceves Mejía inicia como intérprete de temas rancheros. Su talento y estilo interpretativo le abrieron las puertas del éxito y muestra de ello fueron las más de dos mil canciones que grabó y lo consagraron como El rey del falsete. Su popularidad y carisma, lo llevaron a incursionar en el cine y realizar más de 64 películas. Su primera película fue Rancho Alegre (1940), en la que al final interpreta el tema musical de la historia, esta fue la primera de medio centenar de cintas filmadas tanto en México como en Argentina y España.

Las primeras incursiones del cantante de Chihuahua fueron sólo como cantante e incluso doblando la voz de José Pulido en el filme De pecado en pecado (1947). Después de su intervención en diez cintas, en 1954 debuta estelarmente en la película A los cuatro vientos, al lado de Rosita Quintana. Fue tal la aceptación de Miguel y Rosita como pareja, que los productores decidieron reunirlos en otras películas como: Que seas feliz (1956); Mi niño mi caballo y yo (1958); ¿Dónde estas corazón? y Paloma brava, estas filmadas en 1960. Miguel Aceves Mejía trabajó al lado de las grandes figuras del cine mexicano: Con Lola Beltrán compartió créditos en: Rogaciano el huapanguero y Guitarras de media noche, ambas de 1957, Así como con Libertad Lamarque en: Historia de una amor (1955) Cuatro copas (1957) y Sabrás que te quiero (1958).

Con María Félix cantó a dúo en Camelia (1953) y también actuó con ella en Si yo fuera millonario (1962). Mientras que con Marga López intervino en Camino de la horca (1961) y Bajo el cielo de México (1957). Sin duda una de las películas más importantes de Aceves Mejía fue Música de siempre (1956), una de las producciones más ambiciosas de la época, al reunir al Rey del falsete con figuras de la música como Riz Ortolani, Katina Ranieri, Amalia Rodríguez, Ima Zumac y Edith Piaf. La popularidad que alcanzó con sus discos y sus películas lo llevó al extranjero y en Argentina, donde logró gran aceptación, filmó: Qué me toquen las golondrinas (1956), Amor se dice cantando (1957) y ¡Viva quien sabe querer! (1959). En España compartió créditos con Lola Flores en ¡Échame a mí la culpa! (1958) y en Tú y las nubes (1955).

Miguel Aceves Mejía es recordado sobre todo como un gran cantante. Aunque fue un intérprete de gran versatilidad, es tal vez en la modalidad del huapango donde su arte alcanzó el máximo esplendor. Grabó más de mil seiscientas canciones de todos los géneros folclóricos mexicanos, acompañado en ocasiones del Mariachi Vargas de Tecalitlán. Entre las más populares melodías que interpretó están El pastor, La malagueña, Yo tenía un chorro de voz, La del rebozo blanco, Vaya con Dios, El jinete, La noche y tú, Cuatro caminos, Serenata huasteca, El pescado nadador, La embarcación y Oh, gran dios.

Miguel Aceves Mejía también incursionó en otros generos como el "Tango" en el que en 1968 grabó con Lucio Milena un disco llamado "Tangos en Bolero a la manera de Miguel Aceves Mejía".

Falleció a los 90 años, víctima de una neumonía el 6 de noviembre de 2006, y recibió un homenaje, de cuerpo presente, en el Palacio de Bellas Artes hasta su entierro el 8 de noviembre de 2006, en el Panteón Jardin de la ciudad de México. Le sobrevive su hijo Miguel Santiago Aceves Mejía Martinez.(Fuente:Wikipedia)




Miguel Aceves Mejia, La Malagueña